A lo largo de la historia bíblica, Dios es representado como un Dios fiel. Cuando Dios se revela ante Moisés en Éxodo 34:6-7, se describe a sí mismo de esta manera:
"Yahweh, Yahweh, compasivo y misericordioso, lento para la ira, desbordante de amor leal y fidelidad".
Debido a que fidelidad (o en hebreo, emet) es la última palabra utilizada para describir a Dios en Éxodo 34:6, tiene el efecto de declarar que el carácter de compasión, misericordia, paciencia y amor leal de Dios perdurará, o será fiel, para siempre.
Pero, ¿qué sucede cuando Dios no parece ser fiel o digno de confianza?
Cuando el reino de Israel se derrumbó, y los israelitas se encontraban exiliados, sin hogar y sin rey, clamaron: "¿Dónde están, Señor, Tus misericordias de antes, que en Tu fidelidad (emet) juraste a David?" (Salmo 89:49). Ellos acusaron a Dios de abandonar sus promesas a Abraham y a David. Entonces, ¿es Dios confiable? Al fin y al cabo, ¿es fiel?
En este momento, nuestro mundo atraviesa dificultades, y tal vez te hayas preguntado lo mismo. ¿Es Dios digno de confianza? ¿Es fiel?
¿Cómo se puede confiar en Dios cuando tu mundo se pone patas para arriba por un diagnóstico de cáncer? ¿O cuando un ser querido muere en un accidente de auto? ¿Cuando pierdes tu trabajo? ¿O cuando tu matrimonio fracasa? ¿Cómo se puede confiar en Dios en medio del exilio?
Cuando nos resulta difícil confiar en Dios en los momentos más oscuros de nuestras vidas, se nos invita a seguir el ejemplo de los salmistas, que expresaron sus sentimientos más profundos a Dios mientras se encontraban en el exilio. En el libro de Salmos, se nos invita a acudir a Dios con nuestro dolor y a encontrar esperanza.
Confiar en Dios a través del dolor en el Salmo 88
El libro de Salmos está dividido en cinco libros separados que cuentan una misma historia. Los libros 1-3 de Salmos siguen el ascenso y la caída del reino de David y culminan con el exilio de Israel.
El pueblo de Israel había sido tomado cautivo, su templo había sido destruido, y parecía que Dios ya no desbordaba de emet. La destrucción de Israel suscitó dudas respecto a la confiabilidad, fidelidad y fiabilidad de Dios en cuanto a cumplir sus promesas a Abraham y a David.
Al final del tercer libro, encontramos los Salmos 88 y 89. El Salmo 88 es uno de los capítulos más oscuros del libro. Mientras la mayoría de los lamentos terminan con una nota de confianza o alabanza, este salmo termina en oscuridad. El salmista casi ha renunciado a Dios. Pero incluso en medio de su desesperación, mantiene la confianza en que Dios oirá su clamor.
Para el salmista, la oscuridad es abrumadora: el dolor envuelve todo su ser. Pero acude con honestidad ante Dios y expresa su quebranto y desesperación.
El salmista alude al Seol, expresando que se siente muerto y acusa a Dios de ser la razón de su soledad.
Hacia el final del salmo, el salmista clama a Dios para que lo ayude.
Aquí no hay una pretensión cortés. El salmista se presenta ante Dios con cruda emoción y honestidad ofreciéndole sus preguntas, su ira, confusión y dolor.
La confianza en Dios mediante el recuerdo en el Salmo 89
En el Salmo 89, el salmista reflexiona sobre la promesa de fidelidad de Dios y la percepción de fracaso de esa fidelidad. La primera mitad del salmo describe el khesed y el emet de Dios, recordando y evocando su fidelidad (emunah) mostrada en el pacto que hizo con David.
Pero más tarde en este salmo, el poeta acusa a Dios de violar estas mismas promesas que le había hecho a Israel (vs. 38-45) y describe la desolación de Israel (vs. 40-45).
Cuando el salmista clama a Dios en estos salmos, está expresando la esperanza de que Dios escuche y haga lo correcto. Esta esperanza aún es un acto de confianza, incluso dentro de la ira y el dolor del salmista.
Mientras que el tercer libro de los Salmos cierra con esta nota dolorosa, el cuarto desarrolla el tema de confiar en Yahweh como el verdadero Rey, aun cuando no existe un rey humano en el trono. El Salmo 90 es el único salmo titulado Oración de Moisés. En otras palabras, antes de la promesa de Dios a David, antes de que Israel tuviera un rey, Yahweh era el Rey de Israel. Es un recordatorio de que dondequiera que se encuentre el pueblo de Israel, cualquiera sea su situación, Yahweh sigue estando con ellos.
Confía en Dios en el exilio
Aunque el pueblo del exilio no vivió para verlo, Dios cumplió sus promesas a Abraham y a David. Vemos evidencia de esto en las primeras páginas del Nuevo Testamento. El Evangelio según Mateo comienza así:
Lo que el escritor del Evangelio afirma es que Jesús es el Rey prometido, que uniría a todos los pueblos para formar parte de la familia de Abraham. Todas las naciones están invitadas a una relación de confianza con Jesús. En otras palabras, la fidelidad de Dios a su pueblo se cumple a través de Jesús.
Entonces, ¿es Dios confiable? Al fin y al cabo, ¿es fiel?
Cuando nos resulta difícil confiar en Dios en los momentos más oscuros de nuestras vidas, se nos invita a seguir el ejemplo de los salmistas del exilio. También podemos acudir a Dios con nuestra desesperación, preguntas, ira y confusión. No tenemos que fingir estar en paz cuando no lo estamos. Dios no se enoja con nosotros por preguntar: "¿por qué?". No le molestan nuestras lágrimas. A Dios podemos confiarle nuestro quebrantamiento.
Y como nos muestra el salmista en los Salmos 89-90, en medio de nuestro dolor, podemos recordar. Podemos traer a memoria las obras, el carácter y las promesas de Dios. Podemos buscar el rastro de su fidelidad en nuestras vidas. Podemos recordar cómo ha sido digno de confianza, un ser confiable, firme e inmutable. Y en estos salmos, vemos que "clamar" es un ejemplo de confianza.
Para los salmistas, su esperanza estaba en el futuro rey prometido. Y ese Rey ha llegado. La fidelidad de Dios, en última instancia, se hizo carne en Jesús. Y gracias a Jesús, podemos, como el salmista, mirar hacia adelante con una esperanza nueva. Podemos esperar el día en que el Reino de Jesús se hará plenamente realidad en la reunión del Cielo y la Tierra.